Temari de proves selectives 2024-2025 283 En definitiva, una situación en la que existe distancia entre lo que se percibe y lo que se desea puede motivar que un problema sea objeto de atención pública y, posteriormente, sea incluido en la agenda política. Los factores que pueden influir en la incorporación de un asunto a la agenda política son, entre otros, una situación de emergencia, la magnitud de la población afectada o implicada, y la aptitud organizativa del colectivo afectado y su proximidad a determinados centros institucionales. En relación con el último punto, el de la accesibilidad más o menos inmediata de los protagonistas, tiene importancia la vinculación con los grupos organizados y con partidos como portavoces e integradores de los intereses sectoriales. Finalmente —y de no poca trascendencia—, entre los factores que intervienen en la configuración de la agenda política se encuentra el impacto que generan los recursos emocionales, alimentados a menudo por los medios de comunicación, y que pueden provocar una alarma social desmedida que, adecuadamente instrumentalizada, puede ejercer una presión tal sobre las instituciones que prácticamente obligue a incluir el problema en cuestión en la agenda política. b) Elaboración y selección de políticas Una vez que una cuestión es incorporada a la agenda, se debe determinar cuáles son las posibles reacciones y elegir una. Josep M. Vallès propone cuatro modelos de decisión, elaborados a partir de la relación entre los objetivos fijados y los medios disponibles: • Proceso de elaboración racional. Se selecciona una determinada política en función de un proceso presidido por la máxima racionalidad, aplicando de forma organizada los medios adecuados a la consecución de fines definidos. Los que intervienen tienen claros los objetivos, acumulan información exhaustiva sobre la situación que se debe tratar, sobre los recursos disponibles, sobre las diferentes líneas de acción que permiten los recursos existentes, sobre los efectos previsibles de cada alternativa, etc. A partir de toda esta información, se limitan a elegir la actuación que presenta un resultado óptimo. El resultado final es la selección de la propuesta que ofrece los resultados más satisfactorios al menor coste posible. Sin embargo, este modelo se basa en condiciones tan perfectas como inasequibles: los objetivos no son siempre claros, ya que la información es limitada y, a veces, restringida a un grupo concreto. Los recursos para reaccionar al problema normalmente también son escasos y, en consecuencia, la previsión será incompleta. • El segundo modelo se califica de “racionalidad limitada”. Se parte de la base de que la definición del problema es imperfecta; la información, parcial, y los recursos, limitados, por lo que existen dificultades para hacer una buena predicción del resultado que puede generar la selección de una política. A la vez, se acepta la posibilidad de que no satisfará a todas las partes implicadas, lo que implica que se deberá negociar. Esta intervención puede generar la aceptación posterior de la decisión que se tome. Desde este planteamiento, se señala que el proceso se conforma con llegar a resultados razonables — aceptables o parcialmente satisfactorios— en lugar de aspirar a resultados racionalmente óptimos. • Un modelo más modesto es el que se conoce con el nombre de “proceso incremental de compromiso”. Este modelo entiende el proceso como el resultado de negociaciones permanentes entre todos los actores afectados: sobre las definiciones del problema que tiene cada uno, sobre los objetivos particulares, sobre los costes que están dispuestos a soportar, etc. En estas condiciones, es prácticamente imposible hablar de racionalidad aplicada al objetivo de adecuar finalidades y medios. Los actores intervinientes no coinciden en su totalidad ni sobre las finalidades ni sobre los medios a utilizar, y la razón de todo ello se encuentra muy frecuentemente en la indefinición tanto de los objetivos como de la forma en que se quieren asumir.
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